Tener Razón o Crecer una Persona
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por Alejandro Martínez Gallardo
Llega el momento en el que debemos decidir
El maestro espiritual estadounidense Rudy, autor del
bestseller
Spiritual Cannibalism, alguna vez
dijo:
por Alejandro Martínez Gallardo
Llega el momento en el que debemos decidir
entre tener razón o crecer
espiritualmente,
lo cual significa ser capaces
de trascender
nuestra importancia personal
y servir a los demás...
"debes elegir entre crecer o tener razón".
Algo similar fue
expresado por el filósofo y ocultista Manly P. Hall, quien
dijo que,
"la vida se trata de entender, no de ser entendido".
Estas dos frases
aparentemente muy sencillas resumen gran parte del dilema existencia
de una persona que busca evolucionar espiritualmente, para lo cual
es necesario trascender el ego o la importancia personal en favor
del bien universal.
No hay duda de que
el ego es importante en la
consolidación de todo individuo.
Incluso para que alguien
pueda aspirar a los aspectos más elevados de la existencia, aquellos
de la autorrealización o de la liberación, es
importante antes haber consolidado y afianzado su seguridad como
persona, alimentar en cierta forma su solidez como individuo y
cultivar el amor propio.
Paradójicamente esto es
necesario, si bien luego justamente el siguiente estadio de la
evolución dependerá de que pueda abandonar los
constructos que le brindan
seguridad y disolver su ego, incluso destruirlo en el altar de la
compasión, el sacrificio y la entrega hacia algo superior.
Pero para alcanzar la
totalidad del ser (self), como sugirió Jung, primero
es necesario individuarse.
Esta siguiente etapa de la evolución espiritual generalmente se
presenta con esta disyuntiva:
querer seguir teniendo razón, seguir fortaleciendo nuestra identidad, generalmente llenándonos de cosas que nos dan seguridad, como son los bienes materiales y sobre todo el éxito y el reconocimiento de los demás o crecer e ir más allá de los lugares comunes que marca la sociedad como picos existenciales
El ego fue importante
para el crecimiento del individuo, particularmente en el paso de la
adolescencia hacia la adultez.
Pero hay un punto en la
madurez en el que se convierte en el principal obstáculo para la
continuidad del crecimiento, el cual evidentemente deja de ser
material (tanto en el sentido de que como adultos dejamos de crecer
físicamente como en el sentido de que enfocarnos en el éxito
material va en detrimento del crecimiento espiritual).
La manera en la que el
adolescente (el que crece hacia, pero también el que carece de) se
consolida, es fundamentalmente buscando tener razón, buscando ser
entendido, buscando ser admirado y aceptado.
La manera en la que crece
una persona madura es trascendiendo el deseo de ser admirado y
reconocido, poniéndose al servicio de los demás, actuando
sin esperar algo a cambio.
Este poder brindarse
enteramente al otro es de hecho la señal esencial de que ha crecido,
de que ha integrado su personalidad y superado la mentalidad pueril
que se caracteriza por creer que el mundo gira alrededor de uno, y
por lo tanto permite que una persona sea un buen padre o madre.
Asimismo esto marca el
momento en el que podemos superar las trampas de la razón, de la
intrincada mente racional que teje sus laberintos y oculta formas de
conocer y comunicarse que son más cálidas e intuitivas, más ligadas
al corazón que al cerebro.
Al dejar de buscar tener
razón todo el tiempo y autoafirmarnos se libera un enorme caudal de
energía, una soltura y ligereza que posibilitan la evolución
espiritual.
El término "evolución
espiritual", evidentemente, hace referencia a la noción de que
existe una evolución que no es meramente material, que podemos
describir justamente como el crecimiento del ser.
Para que el ser crezca,
es necesario dejar de identificarse solamente con una existencia
individual separada:
crecer en ese sentido es ser más, ir de la conciencia del uno a la conciencia del todo.
Se puede hablar de que
actuar compasivamente, con la intención de ayudar a los demás es
trascender el ego.
Naturalmente, el amor y
la compasión trascienden el ego en el sentido de que buscan
primordialmente la felicidad de los demás.
Pero también se puede
hablar de que actuar así, primero buscando entender a los demás para
poder efectivamente ayudarlos, en vez de proyectar en ellos nuestros
miedos y esperanzas, es de hecho la más alta inteligencia
individual:
la claridad pura del yo que marcha al matadero para descubrir su infinitud.
Una inteligencia que es
paradójicamente la destrucción del ego individual a sabiendas de que
lo que permite la evolución del ser es aniquilar todos los
complejos, hábitos e identificaciones que crean la ilusión de que
existimos separados, de que somos un yo sólido, estable e
independiente.
Uno antepone entender a
los demás antes de buscar que los demás satisfagan nuestros deseos
porque ha entendido que pensar egoístamente acaba conduciendo al
sufrimiento.
Así que podemos hablar
también de una sublimación del ego (lo que era ilusoriamente
sólido se vuelve realmente etéreo e ilimitado), de un acto meta-egoico,
que reconoce que su verdadero sí mismo es mucho más grande y noble.
Todas las religiones e incluso
filósofos como Heidegger, coinciden en que cuando dejamos de
identificarnos con las pequeñeces y las trivialidades del yo
individual que se percibe en conflicto con un universo de objetos,
el Ser universal se reconoce y actúa en nosotros.
Es por esto que el
Buda consideró que la idea más poderosa y sobre todo útil que
existe es la del no-yo o anatman, la cual se expresa
también como la vacuidad o ausencia de existencia independiente, que
a su vez se expresa como la interdependencia de todas las cosas.
Un sentido ecológico y no
egológico...
Quien ya no se preocupa por tener o imponer su razón Quien ya no busca la aprobación de los demás Quien ya no actúa para recibir algo a cambio de los demás Quien no se guía por la búsqueda del placer y la evasión del dolor,
...esa persona es libre y
actúa desde la totalidad del Ser.
La paradoja de la
verdadera libertad es que es siempre una servidumbre, lo
individual espontánea e incondicionalmente en servicio de lo
universal.
Esto es a lo que se
refería Rumi cuando dijo que él no sabía lo que iba a hacer
en ningún momento, de la misma manera que una pluma no sabe lo que
alguien va a escribir con ella:
el individuo se convierte en una herramienta para la expresión de la totalidad, en una función de la tendencia natural hacia la liberación de todos los seres.
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