La historia de la mente es la mente

ojodeltiempo.com
por Pablo Klte
Para entrar en esto realmente a fondo hace falta mucha inteligencia, y por inteligencia quiero decir la comprensión de todas las influencias, y el estar libre de ellas. La influencia es la causa del condicionamiento. Se os ha educado para creer en Dios, en Cristo, repitiendo cosas día tras día, mientras que en la India descartan todo eso, ‑porque han sido criados con sus propios santos y dioses. La cuestión es pues si la mente, que ha sido influida por el fuerte peso de la tradición, siglo tras siglo, podrá dejar de lado todo eso sin esfuerzo. ¿Podéis salir de todo ello, de todo ese trasfondo, tan libremente como podéis salir de este salón? Y, ¿no es este trasfondo la mente misma? La historia de la mente es la mente. No sé si me expreso con claridad.
La mente es el trasfondo; la mente es la tradición; la mente es el resultado del tiempo. Y al ver que no hay esperanza en sus propias actividades, dice finalmente que existe la gracia de Dios y que debe esperarla, aceptarla, recibirla ‑lo que es otra forma de influencia- y una mente así no es inteligente.
Así pues, ¿qué va uno a hacer? Estoy seguro de que tenéis que haber pasado por todo esto. Tenéis que haber experimentado con ello: no aceptar, no confiar en la autoridad, no dejaros influir. Tenéis que haber comprendido que la mente misma no puede hacer nada. Es su propia esclava, ha creado su propio condicionamiento. Y toda reacción a ese condicionamiento no hace más que aumentarlo. Todo movimiento, todo pensamiento, toda acción que se desarrolla dentro de la mente, está aún en el campo limitado de sus propios valores. Si uno ha penetrado hasta ahí ‑no teórica, no intelectual, no verbalmente, sino de hecho- ¿qué pasa entonces? Espero comprenderéis la cuestión.
La cuestión es que para la mente que quiera descubrir lo que es verdad y si existe algo que es inmensurable e innombrable, tiene que cesar toda autoridad: la de la ley tanto como la autoridad de la experiencia. Esto no significa que yo conduzca el coche por el lado no permitido del camino. Significa que la mente rechaza la autoridad de toda experiencia, que es el conocimiento, que es la palabra; y que rechaza las formas extraordinariamente sutiles de la influencia, la ‘expectativa para recibir’, las esperanzas. Entonces la mente es en realidad inteligente.
Penetrar en uno mismo tan honda y completamente, es muy ardua tarea. Aplicarse a cualquier cosa requiere energía, no esfuerzo. Y si uno ha llegado hasta ahí, entonces ¿queda algo de la mente tal como la conocemos? ¿Y no es necesario llegar a ese estado? Porque ese, por cierto, es el único estado creativo. Escribir un poema, pintar cuadros, levantar un edificio, y todo eso, seguramente, no puede llamarse creador en el verdadero sentido de la palabra.
Como veis, percibe uno que la creación, eso que llamamos Dios, o verdad, o como queráis llamarlo, no es para una minoría selecta. No es para los que meramente tienen capacidad, un talento, como Miguel Ángel, Beethoven, o los modernos arquitectos, poetas y artistas. Creo que es posible para todos, ese extraordinario sentimiento de inmensidad, de algo que no tiene barreras, que no tiene límites, que no puede ser medido por la mente ni expresado en palabras. Creo que es posible para todos.
Pero no es un resultado. Surge cuando la mente empieza con la cosa más próxima, que es ella misma, no cuando persigue lo más lejano, lo inimaginable, lo desconocido. Lo que se lo va a revelar es el autoconocer, la comprensión de sí misma; id a eso, ved lo que es, no busquéis algo externo. La mente es cosa realmente extraordinaria. Tal como la conocemos, es el resultado del tiempo; y el tiempo es la autoridad: la autoridad de lo bueno y de lo malo, de lo que se debe y de lo que no se debe hacer, de la tradición, de las influencias, del condicionamiento.
¿Puede pues la mente, vuestra mente, ‑no hablo en forma personal- descubrir por completo su condicionamiento, tanto el consciente como el inconsciente, y salir de él? ‘Salir’ es sólo una expresión verbal. Mas cuando la mente ve su condicionamiento y comprende toda su operación, todo su mecanismo, entonces, de golpe, la mente está en la otra orilla.
El Estado Creativo de la Mente
Krishnamurti

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